miércoles, 24 de febrero de 2010

Confesiones de una máscara, Yukio Mishima

Confesiones de una máscara - Yukio Mishima
Espasa-Calpe


“Todos dicen que la vida es un escenario. Pero la mayoría de las personas no llegan, al parecer, a obsesionarse por esta idea, o al menos no tan pronto como yo. Al finalizar mi infancia estaba firmemente convencido que así era, y que debía interpretar mi papel en ese escenario sin revelar jamás mi auténtica manera de ser. Como esa convicción iba acompañada de una tremenda ingenuidad, de una total falta de experiencia, pese a que existía la constante sombra de duda en mi mente que me hacía sospechar que quizá no estuviera en lo cierto, lo indudable es que todos los hombres enfocaban la vida exactamente como si de una interpretación teatral se tratara. Creía con optimismo que tan pronto como la interpretación hubiera terminado bajaría el telón y el público jamás vería al actor sin maquillaje. Mi presunción es que moriría joven era otro factor que colaboraba a mantener esa creencia. Sin embargo, con el paso del tiempo, ese optimismo, o, mejor dicho, ese sueño en vigilia, concluiría en una cruel desilusión”.

Yukio Mishima “ Confesiones de una máscara”. Capítulo 3


La confesión de esta máscara es la confesión de una vida. No habla la máscara, habla la persona, a cara descubierta, con cierta vergüenza, quizás incluso con cierto remordimiento. Qué paradoja, la de la máscara, ¿verdad? Mientras lo leía me acordaba de todas las veces que tuve que agachar la cabeza en mi vida, para sacar pecho después porque ésa era quien yo era, y así es como el joven japonés de la historia es. Sin trampas ni cartón, pura sinceridad. Detrás de esa máscara se ha ocultado siempre un hombre valiente, que necesita del apoyo de la máscara para decir “esto he sido”. No habla detrás de ella, ya no se esconde. Nos cuenta que la ha llevado impuesta desde la infancia y que eso ha marcado su vida. Pero, ¿qué podía hacer? En el Japón de la posguerra y en una familia cuya figura dominante es la abuela, obligado a quedarse en casa, relegado a la vida sedentaria, a ocultar su homosexualidad, castigado a no herirse.

El título es una paradoja, porque la verdad es que nunca ha habido confesión más abierta y honesta que ésta. Su primera novela y su primera gran obra. También fue el primer libro de Mishima que leí, y qué impacto, qué sensación. Me revolvió por dentro, Mishima, sí, con su escritura, con su sinceridad. Sus obsesiones fueron las mías. Y me dio qué pensar. Nuestra sociedad no es la sociedad del Japón de la posguerra, pero bien podría serlo. Somos afortunados. Aunque tenemos algo en común, aquel país y nosotros: carecemos de la misma libertad. Nos creemos libres pero no lo somos, precisamente por todas las opciones que tenemos.

En este escenario que es la vida, él desechó su máscara, dejó de ser actor, y con honor y valentía dio la cara. El único guión era su vida y con ello se lleva mi aplauso. Bravo.

domingo, 14 de febrero de 2010

La amante de Bolzano. Sándor Marai

La amante de Bolzano.
Ediciones Salamandra.
Si, así en estilo técnico, el ritmo en narración es la proporción entre la cantidad de acciones y la cantidad de texto, entonces La amante de Bolzano tiene un ritmo extremadamente lento. Cómo no, si consiste casi sólo en una serie de monólogos en torno a la figura de Giacomo Casanova. Es una gran novela.
Sandor Marai se deja arrastrar por el discurso. Nunca antes fue tan teatral. Un personaje prueba su voz, quizá carraspea un poco, la escucha fortalecerse y crecer, y la deja ir, la sigue, la domina sin coartarla, la deja crecer, pues habla para un público, con intención persuasiva o seductora. El público es Giacomo, el objeto de toda acción y de todo pensamiento es Giacomo, esa fuerza de la naturaleza que, por donde pasa, despierta la sensibilidad, el deseo, la fascinación, el sueño, y aún así es una incógnita.
Nadie sabe qué es Giacomo Casanova. Ni él. Ser fiel a sí mismo puede equivaler a nada. Necesitar la compañía, porque si no somos reflejados en otros ojos no existimos, eso es Giacomo. La aventura. La aventura, el género que no tiene fin. El héroe se aleja y sabemos que sus aventuras no han terminado, que no pueden terminar nunca. Lo contrario del “Fueron felices y comieron perdices”. ¿Y el amor? La novela trata del amor, de la aventura, de la pasión. Y de un yonqui, de un vampiro.
El monólogo del Conde de Parma –marido de Francesca, la única mujer que podría ser, quizá, “la única”- es una obra maestra del mónologo y si yo fuera actriz lo representaría, porque crece y disminuye y ocupa un teatro entero sin aburrir un instante, y es uno, una unidad, un acto:
-Tú, que eres escritor…
-Tu género es la aventura.
Un Casanova que profundiza como ninguno en el arquetipo Casanova, ese arquetipo surgido de un hombre que existió en la Europa del siglo XVIII y que todos utilizamos para pensar en la realidad. Este Casanova no es guapo; más bien al contrario. No es gracioso y ligero como el de Lasse Hallström, no es el Casanova onírico de Fellini; no es, sin duda, Don Juan, ni el Vizconde de Valmont; no es el seductor de Kierkegaard. Es un misterio, un vacío activo que deseamos y desea. Fascina.

jueves, 11 de febrero de 2010

Las mil fugas de Casanova. Juan Villoro

Aprovechando la edición de las Memorias de Giacomo Casanova que prepara Renacimiento y que publicará este otoño, Villoro hace la vivisección del libertino veneciano, escritor y personaje tan enigmático como fascinante.

A Sergio Pitol

A los 72 años, Casanova vive en el castillo de Dux, Bohemia, en soledad punitiva. Por segunda ocasión ha sido exiliado de la Serenísima República de Venecia, carece de fortuna y amigos cercanos, y se ve obligado a aceptar el apoyo del conde Waldstein, quien le da un puesto simbólico de bibliotecario. En las escasas ocasiones en que el dueño del castillo visita sus propiedades y manda encender los candelabros para una cena, el huésped veneciano ofrece una estampa de lujosa decrepitud. Sus medias de seda con ligas de colores, sus chalecos de terciopelo, sus puños de encaje y su sombrero emplumado fueron elegantes en una época perdida; para 1797, se han vuelto vistosamente ridículos. En algún momento de la noche, el conde pide a su invitado que pague su estancia narrando su lejano escape de la cárcel de los Plomos. En un francés trabajado por italianismos, el aventurero cuenta una historia que los comensales escuchan con una mezcla de atención y piedad. Giacomo Casanova, autoproclamado Caballero de Seingalt, se ha convertido en una pieza digna de un gabinete de curiosidades, semejante al ciervo de seis cuernos, el autómata de cuerda o la Torre de Babel esculpida en una nuez. Tolerado con fatiga por la aristocracia local y repudiado sin miramientos por una servidumbre que coloca su caricatura en el retrete y le sirve los macarrones fríos, el veneciano intenta una última fuga. Durante trece horas diarias, que se le van “como trece minutos”, escribe su vida.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Sándor Marai. El best seller que volvió de la muerte.

Hay un misterio en las novelas de Sándor Márai, en el silencio de sus personajes, en la oscura motivación de sus acciones y sus reposos tensos, en las sombras de esos escenarios opulentos y decadentes, ya para siempre perdidos. Ese misterio empezó a conquistar a millones de lectores en todo el mundo desde 1999 (diez años después del suicidio del autor y a medio siglo de su partida de Hungría), a la vez como un presagio y una clave del horror que pronto estallaría. Algo parecido pasa con su vida. Los recuerdos de su familia, que lo concibió y lo crió como la flor de una estirpe y una clase social; sus prematuras memorias; los infinitos testimonios dejados por la prensa y la crítica, que durante al menos veinte años lo reflejaron según el molde del "escritor exitoso"; y por fin, las miles y miles de páginas de los diarios personales que llevaron, durante décadas y décadas, él y su esposa; todo ese material revela, por contraste, un itinerario irreducible a cualquier esquema o mote, empezando por el que él mismo eligió ponerse: el de burgués.

martes, 9 de febrero de 2010

Entre visillos, Carmen Martín Gaite

La Carmen Martín Gaite joven, encerrada en Salamanca, siendo una muchacha más, de tantas, provinciana, soñando con un futuro lleno de ambición, soñando con la cuidad, contando los días para ser libre y que las miras se ensanchen, para que las calles sean desconocidas y largas, para que el mundo se llene de pitidos de coche y movimiento de personas anónimas, la Carmen Martín Gaite que deseaba dejar de ser la chica de provincia que era, escribió Entre visillos enredándose en toda esa trama de la que pretendía huir. Por eso esta primera novela suya no podía tener otra temática que la vida, la pequeña vida que puede tener un grupo de niñas que están en ese paso a la madurez, sin plantearse nada más que cómo irán al baile del sábado o con quién van a casarse y, cuando lo hagan, cuándo tendrán su primer hijo y cómo será la casa del supuesto príncipe que les dará la familia y la vida que ellas esperan, por la que suspiran. Porque una mujer no es más que la patria del hombre que la elige. Todo ese ambiente, tan de entre visillos, tan de esconderse tras ellos y espiar la calle, la gente, el susurro, el corrillo que se forma para comentar lo último... de todo lo que huía Carmen Martín Gaite, con su boina calada, con su cigarro de intelectual, con todo lo que la animaría a irse a Madrid y buscar su lugar en el mundo, escurrirse entre escritores y grandes críticos, todo eso choca con la llegada del nuevo profesor de alemán que, diferente y lejano de toda aquella cotidianeidad, de toda aquella simpleza y llanura, marca la vida de algunos de sus alumnos, sobre todo de las féminas. El impacto del choque de culturas y mentes estaba todo dentro de la Martín Gaite inédita y fresca, siendo ella todas y cada una de las mujeres del pueblo, siendo también el profesor, siendo las ganas de la alumna más avanzada de la clase, casi enamorada del nuevo maestro, de esa vida que la esperaba ansiosa. Con esta novela pudo la escritora liberarse de aquella condición de provincianita, pudo enfrentarse a ese lado suyo del que renegaba y abrir, entonces, entonces y no antes, sus horizontes.