La trilogía (adictiva, no se me ocurre otro término más acertado) de la que hablo, narra la vida y muerte de Boyd Stauton desde tres puntos de vista. Los libros podrían leerse por separado sin ningún problema pero perderían así su carácter de trama entretejida, donde ningún hilo parece innecesario y no existe puntada que no sea brillante al ser relacionadas. Esta trama, aparentemente caótica, desenfadada, formada por personajes entrañablemente chiflados y asombrosos, podría llevar a engaño y hacernos olvidar la hondura y solidez de muchas de las reflexiones de sus personajes, donde contemplamos un crisol de comportamientos humanos, tan de carne y hueso en sus dudas y sentimientos que olvidaremos lo rocambolesco de sus personalidades para compartir su humanidad.
Y defiendo la lectura de sus obras a pesar de que las dudas y pensamientos filosóficos de algunos personajes, sobre el concepto de destino, la moral que marca la diferencia entre el libre albedrío y la predestinación -consecuencia según he leído de su educación baptista- estén en las antípodas de mis planteamientos existenciales. Aún así, no he podido dejar de disfrutar con sus idas y venidas, entre conceptos de salvación y su búsqueda, con la inocencia que caracteriza a los personajes de Davies. Tal vez sea eso, la inocencia y en ningún momento la imposición. Una perfecta credulidad en todo, mantenida en guardia por un vizaz escepticismo ante todo que ponía el autor en boca de uno de sus personajes y máxima a la que no podría por menos que aspirar yo misma.
En fin, no se me ocurre mejor recomendación de lo último leído por mí, disfrutad, disfrutad de su lectura como adolescentes recién llegados a la lectura compulsiva, gustosamente enganchados.
*Trilogía de Deptford: El Quinto en Discordia, Mantícora y El mundo de los prodigios.